Odio que un concierto caiga en lunes, no lo soporto, tampoco me gustan los conciertos en domingo (que se le va a hacer), pero poco importaba eso cuando una vez superado el frio y la lluvia uno entraba en el local y al poco tiempo el lider de Smog arremetía sin contemplación alguna contra el personal que abarrotaba la sala, desgranando una a una las perlas de su última grabación, el imprescindible y sobrecogedor "Sometimes I Wish We Were An Eagle" (Drag City, 2009), el mejor disco de ese año para un humilde servidor.
Jim Cain, Eid Ma Clack Shaw, Too Many Birds, pero también Diamond Dancer, Bathysphere, In the Pines, sonaron rotundas y precisas, y la voz de tono grave, especial y única del artista nos hizo sucumbir a todos bajo un dulce y cálido manto de felicidad. Lunes como esos ya los quisiera más a menudo.
Desde que se supo que los padres del emo se volvian a reunir para realizar una serie de conciertos, tocando básicamente los temas de sus dos primeras obras, Diary (Sub Pop Records, 1994) y The Pink Album (Sub Pop Records, 1995), la idea de sacarme una de las espinas musicales más dolorosas que tenía pendientes me producía auténticos escalofríos, escalofríos totalmente justificados por lo vivido aquella noche por los cientos de afortunados congregados ante el escenario, cuando de nuevo los de Washington, liderados por Jeremy Enigk y sobretodo por un exultante y radiante Dan Hoerner interpretaron sin respiro canciones del calibre de Seven, In Circles, Iscarabaid, J´Nuh, The Ocean, tonterias las justas, hacía mucho tiempo que no asistia a una actuación en la que la tensión y la atmósfera en el público resultara tan increible. Hubo lagrimas de emoción y también algunos lamentos a la conclusión por la duración de la actuación, mal menor, ya se sabe, lo breve si es bueno, dos veces bueno.
Recién inagurado el verano, a mediados de semana y en el ecuador del mundial de fútbol de Sudáfrica, se plantó de una puñetera vez en Barcelona el artista californiano, después de una larga y dolorosa ausencia por nuestras tierras, para deleitarnos con la banda sonora de toda una vida, no faltó de nada, excelentes músicos de acompañamiento, ganas, actitud, derroche de simpatía, los trajes, las guitarras, el tupé, los inteligentes y divertidos comentarios, las fantásticas y jugosas anécdotas, de una de las figuras más emblemáticas y respetadas de la música de nuestro tiempo.
Casi dos horas para despacharse a gusto, entre otras, San Francisco Days, Dancin´, Two Hearts, Somebody´s Crying, Wicked Game, Blue Hotel, Baby Did a Bad Bad Thing, Speak of the Devil, Please, versiones de Elvis "Love me Tender" y Roy Orbison "Pretty Woman", uff, solo de recordarlo, la piel de gallina.
Durante ese tiempo L´Auditori se convirtió en un garito de Memphis o Las Vegas en el que tenían igual cabida, el swing, el rock and roll, el country, las baladas y las rancheras, puro espectáculo americano, directo al corazón, para no solo el mejor directo del 2010, sino uno de los mejores de mi vida.
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