sábado, 6 de noviembre de 2010

Donde viven los monstruos


Entiendo perfectamente la disparidad de opiniones referentes a la última película de Spike Jonze, es lógico que su estructura narrativa, sus mecanismos técnicos, no aptos para el consumo de masas, puedan hacer bajarse del burro a muchos, pero la verdad es que Donde viven los monstruos (2009) es una maravillosa cinta que nos transporta a un periodo de nuestras vidas en el que lo que realmente  toca es vivir, soñar, ser querido y amado, comprendido, sentirse protegido y arropado.
Jonze, una vez “liberado” de los corsés y los parametros literarios de los guiones realizados en sus anteriores trabajos por  Charlie Kaufman , sin ataduras, se dedica a hacer lo que mejor sabe, filmar, dirigir, fotografiar, iluminar, dar rienda suelta a su imaginación, lo demostró a lo largo de su dilatada carrera como realizador de videoclips, algunos de ellos verdaderas obras maestras , y no puede haber escogido mejor proyecto para hacerlo que realizando la adaptación cinematográfica del prestigioso cuento infantil ilustrado, de mismo titulo que la película, escrito por Maurice Sendak en 1963, cuento infantil de gran poder narrativo y visual, en el que el autor nos adentra en el desconcertante mundo de los niños, con sus miedos, deseos, sueños, terrores y pesadillas.
Si a estos sumamos que el cuento de Sendak consta de unas pocas frases, ya tenemos el perfecto caldo de cultivo, la excusa perfecta, la materia prima idónea  para que el cineasta nos sumerga en la historia de Max, una historia que puede ser la de cualquiera, una historia universal, que no entiende de edades, Max tiene 9 años, pero podrían ser 44, los que sean.
Por encima de sus virtudes, que no son pocas, me gustaría destacar, el maravilloso trabajo ralizado en la iluminación, la caracterización de los monstruos (of course) y la frescura en el trabajo musical realizado por Karen O (cantante de la banda neoyorquina  Yeah, Yeah, Yeahs ) fantástico trabajo que se adapta a la perfección a las imágenes, elevando el carácter ensoñador y onírico del relato.
Simple, pura, hipnótica, por momentos terrorífica, arrebatadoramente melancólica, estoy de acuerdo con aquellos que dicen que no es una película para niños, claro que no, es una película para niños, pero también para adultos, madres, padres, abuelos, para todos aquellos que, en definitiva, se sientan vivos o, al menos,  hayan sentido estarlo alguna vez.

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